Al nacer somos una especie de
hoja en blanco que debe ser rellenada ya sea por los padres, educadores o
personas de nuestro alrededor que nos puedan aportan conocimientos, valores,
costumbres, etc. Esto no quiere decir
que deban formarlos a su semejanza o como ellos quieran, deben dejar que el
niño descubra por si solo el mundo, que construya sus respuestas a los
interrogantes de la vida que otros han constituido, que este sea introducido en
la sociedad pero no sea moldeado, que sea ayudado pero no fabricado.
La pedagogía no debe tratar de
someter al niño con la única intención que imponerle los saberes y actitudes
que la sociedad exige, ésta debe centrarse en el niño como actor principal de
su educación, dejar que este descubra y se construya a sí mismo. Además, lo
normal cuando se intenta educar es que el otro se resista, se rebele, se oponga
a ser construido. Cuando esto ocurre se empeñan en apartar del grupo a las
personas que reaccionan así, que no quieren dejarse formar, pero todo educador
sabe que la exclusión no es una solución, que resistirse a ser “fabricado” es
normal, nos recuerda que las personas no son objeto de construcción sino que
éste se construye.
Como hace referencia en el
libro “la construcción de un ser por sí mismo a través de la verticalidad
radical de los interrogantes que plantea la cultura en su forma más elevada.”
Los niños son la esperanza, la
promesa de una superación de la historia en la que están inscritos.
“Y es que “aprender es siempre tomar información del
entorno en función de un proyecto personal” (Meirieu, 1987).”
Irene Tomás Pardo
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